El paso de la obra del metro por la Alameda Principal constituirá una pérdida de patrimonio irreparable
Estimado Sergio:
Me temo que no hay muchas posibilidades de cambiar esa obra, pero agradezco que se me permita ofrecer, aunque sea de modo hipotético, cuál considero que es la mejor solución, aun a grandes rasgos, que no se diferencia de lo que he expresado en otras ocasiones.
El problema con que nos vamos a encontrar con la forma prevista de ejecutar la obra —la misma que se ha usado en gran parte del trazado— es que producirá un daño en infraestructuras y patrimonio que difícilmente considero concebible. De la plaza del poeta Manuel Alcántara se avanzará atravesando el aparcamiento Andalucía, de construcción relativamente reciente, para seguir hacia el cauce del Guadalmedina, afectando al puente de Tetuán, continuar ya en la Alameda Principal por su lateral norte, lo que destrozará (es el término más suave que se me ocurre) tanto el patrimonio botánico como el arqueológico que allí se encuentra. Además, está previsto que a partir de la altura del mercado de Atarazanas se busque alcanzar la superficie, algo que supongo que tendrá su afectación en otra infraestructura como es el aparcamiento de la Plaza de la Marina. A esto debemos sumar el corte de la principal vía de circulación de la ciudad, el desvío y saturación de las vías alternativas, los ruidos, las molestias, los retrasos, los sobrecostes...
Abrir una vía en canal, según donde se haga, puede ser una solución razonable. El túnel se ejecuta a menor profundidad, con lo que se tarda menos tiempo en acceder a los andenes, pero las molestias citadas en el párrafo anterior son un precio que no se considera como algo a tener en cuenta. Y lo pagamos. Sin embargo, a su paso por el centro de la ciudad creo que debería considerarse emplear una tuneladora. Si bien se precisa alcanzar una profundidad mayor, este es un factor que en el lugar por donde pasa tiene una relevancia menor (no hay más que ver la profundidad de algunas estaciones de metro en Madrid, por poner un ejemplo), y la afectación en superficie sería mucho menor. Por otro lado, si la apuesta final es la de un tranvía, en lugar de un tren metropolitano al uso, y además se entiende que es una solución de transporte adecuada a nuestras necesidades, alguien tendrá que explicarnos por qué hemos enterrado nuestros recursos en una obra cuya efectividad quedará mermada por esta decisión.
Tengo motivos para seguir defendiendo el trazado subterráneo, aunque no tanto por optar entre metro y tranvía, como por dos motivos que explico a continuación: el primero, todo el trazado subterráneo ejecutado hasta ahora se ha diseñado para unidades mayores que las que están circulando en la actualidad; si termina siendo un medio de transporte que haya de amoldarse a los condicionantes de circular en superficie, hemos tirado nuestro dinero. El segundo, por plantear una visión más amplia que la del propio metro, ya que debería considerarse definitivamente como la obra necesaria para apostar por el tren, permitiendo con una obra conjunta conectar la costa este con la capital y hacia el oeste. Esto precisa de la implicación de todas las administraciones, siempre que no estuvieran más preocupadas de los codazos por colocarse en la foto.
En todo caso, no parece que haya disponibilidad económica más que para continuar en superficie. A medio plazo, si algún día se reconsidera continuar bajo tierra, no es una decisión tan descabellada. Salvo que se convierta en definitiva.
Me permito en este punto recordar los cambios de opinión del Ayuntamiento de Málaga, que pasó de defender el trazado subterráneo, promoviendo una recogida de firmas que lo apoyara, a aceptar en pocos meses la propuesta de la Junta de Andalucía, que convertía esta infraestructura en un metro en superficie o un tranvía subterráneo, según las zonas. De todos modos, creo que todos sabemos de la particular capacidad de este Equipo de Gobierno para defender una cosa y la contraria.
Pero todo esto no es más que pura especulación. Desde que se planteó la construcción del metro hemos visto suficientes cambios como para tener claro que todo parecido con la realidad futura es mera coincidencia con lo que esté planeado en la actualidad.
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