Mi trabajo allí no variará en función de los aplausos o silbidos que recabe.
Yo soy diputado de EH Bildu, un honor inmenso y una enorme responsabilidad. Responsabilidad ante las decenas de miles de personas de mi país que me eligieron para que representase a una corriente política y sus ideas en un escenario a priori tan poco cálido y acogedor para nosotros y nosotras como es el congreso de los diputados.
Mis ideas no van a variar para ganar más o menos afectos allí. Pero resulta evidente que es mejor recabar o recibir aplausos que insultos y descalificaciones de forma sistemática y unánime. Esos aplausos pueden significar, o así prefiero entenderlo, un reconocimiento o adhesión con una exposición o relato que sitúa a la izquierda soberanista vasca en la trinchera de quienes no nos resignamos a vivir así, con menos libertad, menos justicia y menos derechos. Y si ese es el caso conforta pensar que hay más gente en esa trinchera y que no estamos solos y solas.
En cualquier caso como al congreso tenemos claro que no vamos a hacer amigos seguiremos percutiendo en lo que somos y pensamos. Si algo no se nos puede reprochar es que no seamos sinceros, claros y alejados de circunloquios para decir lo que pensamos, para pensar lo que hacemos.
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