Demostrar que lo ecológico es, casi siempre, lo más económico.
Desgraciadamente tenemos una sociedad consumista donde lo material es lo más importante y nos tenemos que adaptar a este hecho como se adapta cualquier planta o animal al medio en el que vive.
Mi estrategia favorita consiste en demostrar que lo ecológico es, casi siempre, lo más económico.
Pensemos en la energía nuclear, por ejemplo. Si es la más barata ¿Porqué en los años 80 se paralizó la construcción de centrales nucleares en casi todo el mundo? Porque en la realidad es, con mucho, la energía más cara. Pondré un ejemplo. En el coste de un transportista está el seguro de su camión. Podemos legislar y quitar la obligación que tiene un camión de tener un seguro. Pero ¿Qué ocurrirá cuando un camión lleno de productos tóxicos tenga un accidente grave? ¿Hemos evitado que alguien tenga que asumir el coste del accidente? No. Pensemos en lo que supondría para España un accidente grave en una central nuclear en Tarragona. Durante muchos años no habría ningún negocio turístico en toda la costa mediterránea española. Si las centrales nucleares tuvieran que asumir los costes reales (seguros, costes de la gestión de los resíduos, costes futuros del cierre de la central, etc), habría que cerrarlas inmediatamente porque ninguna eléctrica podría asumir el coste. Y, sin embargo, ese coste lo estamos asumiendo la sociedad, no ha desaparecido. Algo similar sucede con los combustibles fósiles. Su precio no refleja en absoluto los costes reales. Todo lo contrario de lo que sucede con los costes de las energías renovables. Su coste regulado, artificialmente alto, porque se aplican impuestos que no se deberían aplicar, no refleja en absoluto las ventajas que ofrece (al ser un recurso que no se destruye, ni se importa, su implantación y uso genera muchos valores añadidos en la sociedad y ningún coste). En definitiva, los precios de la energía son precios políticos, no reflejan el coste económico de destrucción de recursos ni el coste social ni en términos de salud pública ni los costes medioambientales.
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