Las competencias para negociar Tratados de libre Comercio e Inversión por parte de los países que suscribieron el Pacto de Lisboa (habría mucho que discutir desde su propio nombre ...puesto que aquí la libertad que se consagra es la de los desiguales al tratar igual a pequeños productores y comerciantes y a grandes corporaciones transnacionales que evidentemente no están en igualdad de condiciones, y la mayor parte de su contenido -como en el caso del TTIP- trata de normas y leyes  y no de comercio) se delegaron a la Unión Europea. Recordemos que el Pacto de Lisboa fue aquel que sustituyó la abortada Constitución Europea ante el democrático rechazo en las urnas de la ciudadanía europea, y que aumentó competencias que hasta entonces pertenecían a los Gobiernos o Parlamentos de los países miembros (es un dato nada baladí). Lo peor de esta transferencia de competencias es que se hizo desde Gobiernos y Parlamentos elegidos democraticamente a, en este caso, una de las Instituciones menos democraticas de la UE: La Comisión. Y este es uno de los problemas de fondo que permiten que la opacidad y el secreto puedan campar a sus anchas en negociaciones de asuntos que afectarán a la vida diaria de millones de europeos y europeas. La transparencia es uno de los pilares básicos de cualquier sistema democrático que aspire a poder ser calificado de tal manera, cuanta más democracia, mas transparencia, y cuanta más transparencia mejor democracia. Por ello una primera medida básica sería exigir la vinculación de toda negociación de esta naturaleza directamente con el Parlamento Europeo, y en este caso, con la Comisión de Comercio del Parlamento. En este momento son funcionarios dependientes de la Comisión y que pertenecen a su grupo negociador, quienes deciden a qué documentos pueden tener acceso los propios europarlamentarios y europarlamentarias, es decir, nuestros legítimos y legítimas representantes. Además han de hacerlo bajo coacción y juramento de mantener en secreto lo que allí vean. La clausula que indicaba que las negociaciones debían mantenerse bajo llave durante los 30 años siguientes a la firma del TTIP debería ser suficiente para que nuestra exigencia de luz y taquígrafos fuera inamovible. Cuando se necesita tanta sombra, es porque solo hay una minoría beneficiada, la de siempre. Afortunadamente la luz, como la vida, siempre se abre camino y las filtraciones (casi la totalidad del contenido del Tratado) que hemos conocido a través de Greenpeace Holanda hace tan solo unas semanas, nos reafirman en la necesidad de no aceptar un Tratado como este donde los grandes lobbies tienen el acceso total que se les niega a los y las representantes democráticos y legítimos de la ciudadanía europea.