No se puede permitir que nos roben el suelo público
Gracias por su pregunta, Encarna. Tiene usted toda la razón.
Caminar está empezando a ser una tarea engorrosa, incómoda, difícil. En teoría deberíamos de dar todas las facilidades del mundo al peatón. De esta manera, conseguiríamos que abandonara el coche privado en sus desplazamientos de hasta mil quinientos metros, favoreceríamos la descongestión de la ciudad, ganaríamos en salud individual y colectiva y tendríamos itinerarios peatonales seguros y cómodos como se deduce de la apuesta por la convivencia inteligente.
Nada contra la apertura de todos los negocios que desee la gente. Pero desde luego, un negocio por muy libre que sea de establecerse donde quiera, no puede ir contra el interés general de la ciudad y mucho menos contra quienes tienen que pasar por su puerta y no tienen sitio, echándose a veces a la propia calzada porque materialmente no se cabe.
Existe una ordenanza que regula el espacio público y los veladores. Y existe la figura del inspector que debería encargarse de hacerla respetar. Y existe la sanción si no se cumple y existe hasta el cierre del establecimiento. Le dejo aquí un enlace en el que hablábamos de estas cosas: http://iusevillaciudad.org/index.php/noticias/1463-iu-exige-a-zoido-que-deje-de-reirse-de-los-vecinos-afectados-por-el-problema-del-botellon y que nosotros, desde luego, rechazamos por haberse hecho enfrentando a colectivos entre sí y sin ningún tipo de consenso.
En mi opinión, hemos convertido el privilegio de hacer vida social en la calle en una tortura para mucha gente que soporta los incumplimientos y los excesos que se cometen por parte de aquellos usuarios que se extralimitan, de aquellos negocios que se aprovechan o de aquel alcalde que lo permite.
En Sevilla estamos ante un evidente conflicto de derechos que no está resuelto. El derecho al descanso y el derecho al ocio. El suelo público que es de todos y el abuso que incumple lo regulado para apropiárselo, ahora, con la última moda de poner toldos hasta el suelo, con frontales y laterales convertidos en casetas privadas y privativas para el bar, privatizando lo más sagrado que tiene una ciudad que es su suelo. Un verdadero disparate.
La solución viene de la mano de una nueva ordenanza -o modificación de la existente- que garantice los límites cuando alguno de los dos derechos pretende sobreponerse por encima del otro. Y, desde luego, lo que no se puede hacer es que nos roben el suelo público, que se amueble hasta parecerse a un paseo marítimo lleno de veladores y que quienes tengan que desplazarse, descansar o simplemente caminar, no puedan hacerlo porque unos negocios se han excedido y unos usuarios de los mismos, no respeten la convivencia y no sean solidarios con el que reclama, con razón, el respeto a sus propios derechos.
Partekatu
Batu zaitez Osoigora