No es pregunta, es comentario
Hace un mes participaba como ponente en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el Placio de la Magdalena en Santander. Para mi fué emotivo pues estaba por primera vez en el lugar donde mi Aita, mi padre, estuvo preso en lo que entonces fué un campo de concentración después de la guerra del 36. En ese contexto me sorprendio leer, en uno de los paneles de una exposición que había en el palacio, un texto de Luis Araquistain publicado en junio de 1918 y que hablaba de la arqueología del odio. Me llamó la atención porque reflejaba muy bien parte del discurso oficial y mediático de la actualidad en torno al conflicto vasco, y contrastaba con la actitud positiva y constructiva, totalmente opuesta a la venganza o a la revancha, de quienes como mi padre lucharon por la libertad, penaron por ello y sufrieron la represión franquista en sus diversas manifestaciones durante cuarenta años. Y no sólo durante los cuarenta años, sino que durante la llamada transición perduró una inercia de cultura política franquista muy poco democrática que en algunos aspectos ha llegado hasta nuestros días. Las torturas policiales -confirmadas por condenas de los tribunales y denunciadas por organismos internacionales de Derechos Humanos-, el terrorismo de estado, los excesos policiales y la falta de garantías procesales en los tribunales de excepción, o la última denuncia de Naciones Unidas al Estado -especialmente vigente hoy Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas- por no ser diligente en el esclarecimiento de los desaparecidos y la recuperación de sus restos de las fosas franquistas, son una clara manifestación de ese halo franquista que todavía sobrevuela sobre la política del Estado español.
Frente a este panorama, a partir del fin de la actividad de ETA han cogido auge las reclamaciones de peticiones de perdón -incluso a quienes nunca hemos participado en ninguna acción violenta o injusta-, y las actuaciones políticas regidas por la venganza o afán de revancha, haciendo muy actual la frase de Luis Araquistain a la que me refería al principio: "hay una arqueología del odio que consiste en explorar ávidamente el pasado para descubrir, entre el polvo de los siglos, hechos o acontecimientos que sirvan de alimento a la voluntad de rencor".
Sin embargo soy optimsita porque somos muchos -en Euskal Herria sin duda, pero también en el resto del Estado- los que siguiendo el ejemplo de nuestros mayores hemos renunciado a la venganza, a la revancha, y nos hemos comprometido en una lucha de paz para sumar voluntades, reparar en la medida de lo posible todas las injusticias -sin excepciones- cometidas en el pasado, y defender la pluralidad para construir entre todas las personas una sociedad vasca libre y en Paz en la que sea la propia ciudadania quien, ejerciendo su derecho democrático a decidir su propio futuro, marque las pautas de un futuro mejor y una sociedad más justa.
En definitiva cuando estemos en ese futuro, que creo sinceramente que no va a ser muy lejano, se agradecerá el trabajo de quienes renunciando a utilizar las injusticias como arma arrojadiza, se implicaron en la reparación de todas ellas. Y creo tambien que el Pueblo Andaluz, tan hermanado por muchas circunstancias con el Pueblo Vasco, también disfrutará de esa nueva etapa histórica y agradecerá también el trabajo de tantas personas de Andalucía comprometidas con la paz y la justicia social.
Estimado Leonardo, recibe un fraternal abrazo republicano
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Batu zaitez Osoigora