Fue un debate decepcionante, con poco contraste de propuestas políticas, que alcanzó su cota más baja cuando el Presidente del Gobierno se dedicó a faltar, con argumentos "ad hominem", a la mayoría de los portavoces de los partidos de la oposición.

El tópico "y tu más" estuvo presente en los tres días que duró el debate, sin que se entrase a fondo en los graves problemas estructurales: desigualdad creciente, ineficiente estructura socioeconómica, corrupción endémica, concepción franquista de la estructura del Estado y negación de la realidad plurinacional. En los grandes partidos de ámbito estatal no existió ni autocrítica, ni propuestas de futuro para atajar estos problemas estructurales del Estado español que, si no tienen respuesta adecuada, van a llevarle a una situación de "Estado fallido" desde el punto de vista económico, social y político. En la siguiente crisis económica, si es que se acaba de salir de ésta, los efectos van a ser mucho mayores y llevarán al desmoronamiento irreversible del Estado.

Si a esto unimos las reformas legislativas en curso o anunciadas, que se caracterizan por un recorte sistemático de libertades, podemos concluir que el llamado "Debate de la Nación" fué un fiel reflejo del proceso de degradación política y democrática del Estado español.

En cuanto a la realidad de Euskal Herria, salvo en los dicursos de los grupos abertzales, no estuvo presente en el debate. Los grandes partidos estatales o unionistas no tienen ningún interés -es más creo que les da pánico políticamente hablando- en abordar la resolución del conflicto político de fondo y, por tanto tampoco, en contribuir a la normalización política y a la reparación de todas -sin excepciones- las injusticias cometidas, y sufridas por tantas gentes durante tanto tiempo; reparación que es imprescindible para avanzar hacia la necesaria reconciliación en el seno de la sociedad vasca.

En definitiva fue un debate tan desesperanzador como decepcionante.